domingo, 2 de noviembre de 2008

"Ofrezco en alquiler niño y espada poderosa"

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Así comenzó mi recorrido por el Japón feudal. Fueron semanas de insomnio, dudas y muchas ansias. A la larga, terminé con una obsesión que, literalmente, quedó tatuada en mi vida para siempre. Eran dos héroes que, en mis fantasías, terminamos siendo mi hijo y yo. Itto Ogami, parco, sin gestos y de palabras exactas. Daigoro, de aún menos palabras y, a sus escazos tres años, con la misma mirada de su padre: un sujeto que mata para vivir. Así iban por el Japón, con lo único que tenían: el uno al otro.
Itto Ogami, un samurai de alta estirpe, había sido en el pasado uno de los mejores espadachines del shogunato. Sus habilidades le permitieron conseguir un puesto muy importante en esa época: El de albacea oficial del Shogún que cumplía la labor de asistente en la ceremonia del Sepuku (conocida en el occidente como Hara Kiri). Su talento con la espada le hizo lograr este importante cargo (que consistía en decapitar a los samurais deshonrrados que decidían suicidarse) que al final terminó siendo la causa de su desgracia. El clan Yagyu, otro de los más influyentes, decidió tenderle una trampa para colocar a uno de sus líderes en el puesto de Ogami. Un día, mientras él oraba en su templo familiar llevando en sus brazos a Daigoro, que entonces tenía solo un año, sucedió todo. Un grupo de asesinos ingresó a su casa y masacró a su familia. Mujeres, niños, sus otros hijos, sus hermanos y hasta sus padres. Todos fueron victimados por las filosas hojas empuñadas por la envidia. Su esposa, Asami, antes de morir le pidió que cuide al pequeño Daigoro. Entonces, Itto juró vengarse. "Correrán ríos de sangre", dijo mientras abrazaba a su pequeño. En su cabeza reinaba la confusión. No había motivo ni razón, ni siquiera enemigos. Cuando aun no terminaba de decifrar el por qué, la respuesta llega junto con una visita. Es la policía. El grupo de oficiales era comandado por un inspector del clan Yagyu. El sujeto le asegura a Ogami que los asesinos habían sido otros samurais que luego de comenter los crímenes habían cometido Sepuku para lavar su honor y acusar al hombre, ahora en desgracia, de ser un corrupto. El Yagyu le 'siembra' pruebas y Ogami termina prácticamente acusado de traidor, de loco y de ser el responsable de la carnicería. Entonces, comprende que se trata de una trampa. Empuñando su espada, termina uno a uno con los hombres del Shogún y jura por siempre, ir en el camino del infierno, siguiendo la vida de un asesino a sueldo. Enrrumba por el 'meifumado' (haciendo el bien a costa del mal), aferrándose a la muerte en cada enfrentamiento para sobrevivir. Esa es la única forma de seguir por su senda. En un momento de incertidumbre coloca a su hijo al medio de dos objetos: una pelota y una espada. Parco y sin la mínima duda dice...
- "Daigoro. Sé que eres muy pequeño para compreder esto, pero también sé que tu espíritu samurai te dirá el camino a elegir. Si escoges la pelota, hoy mismo estarás con tu madre, en el otro mundo. Si vas por la espada, entonces los dos seremos uno y buscaremos la venganza y regresaremos el honor a nuestra familia".
El niño gatea dramáticamente hacia el arma. Entonces, Ogami lo abraza llorando... "hijo, desde hoy, yo te cuidaré por sobre todas las cosas y tu harás lo mismo conmigo". Entonces, coge a su hijo, fabrica un pequeño carrito de bebé con madera (y con muchas armas escondidas) y parte en busca del líder del clan Yagyu, Retsudo. El hombre lleva en su corazón quizás los motivos más fuertes de este mundo: la venganza y el amor a un hijo. Para cuidar del otro, cada uno tiene que velar por su vida, pues de morir alguno, no quedaría más para su compañero. Así, empezó esta leyenda que me atrapó. Las seis películas de Lone Wolf And Cub o Lobo Solitario y su Cachorro (en japonés Kozure Ookami) fueron excepcionales. No pude dormir y cada día quería regresar del trabajo para ver las aventuras de este duo. El camino de Ogami y su hijo, llevando en su rústico cochecito un cartel con la frase en japonés Kowokashi Udekashi Tsukamatsuru: "Ofrezco en alquiler niño y espada poderosa". Así, el samurai de honor sesgado, se ganaba la vida, matando gente mala, pues solo accedía a los trabajos cuando se trataba de causas justas. Así, hacía el bien a costa del mal, llevando en su espalda a su único hijo y su motor para vivir: Daigoro. Sé que no soy un asesino, ni nada parecido. Pero mi instinto de protección hacia mi 'cachorro' es igual al de Ogami. Amo a mi hijo y quiero ser Kozure Okami para él... defendiéndolo de este mundo que, al igual que en el Japón feudal de la cinta, es un verdadero infierno.

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